Paraná 1887: La visita inesperada

Un día como hoy, 9 de Octubre, pero de 1887, Paraná recibió una inesperada visita que convirtió el día casi en una fiesta patria. He aquí el relato para revivir ese momento recorriendo Puerto Viejo y el Parque Urquiza, de finales del siglo XIX, acompañando a este querido personaje.

Puerto Viejo – Colección Cirilo Amancay Pinto – Museo Histórico Leguizamon.

El último día

Por David Cordoba

Por una insuficiencia bronquial y cardíaca, Paraguay le permitió a Domingo, con sus 76 años, evitar el frío invierno de la ciudad de Buenos Aires en aquél año de 1887.

   El clima benigno de Asunción le dio la razón a su médico de cabecera. Apaciguó sus nervios,  y por lo tanto mejoró su enfermedad cardíaca que no sabía que tenía y “tranquilizó” sus bronquios.

   Octubre, el clima era bueno, ideal para volver a Buenos Aires.

   El joven poeta, novelista y ensayista Martín García Merou, embajador en Paraguay, lo acompaña en lo que sería su último viaje al Río de la Plata.

   Habiendo trasbordado en Paso de la Patria al vapor de ruedas “San Martín”… el río Paraná los va trayendo aguas abajo.

   Por ésos días, la ciudad de Paraná, que en 1883 había vuelto a ser capital de la provincia, presentaba la “Exposición General de Entre Ríos” en los Altos del puerto.

   Para hacer descarga y carga de mercaderías, el “San Martín” fondeó frente al puerto de Paraná la mañana del 9 de octubre de 1887.

  Después de almorzar, luego de un breve reposo, Domingo salió a “estirar las piernas”, se acodó en la baranda del barco a mirar el ir y venir de las canoas con las diferentes cargas…Una banda militar le pareció que tocaba en los Altos. Sí, eso que sonaba allá arriba de la barranca era una banda militar…Entre la arboleda, sus ojos ya gastados por las cataratas, le hicieron ver lo que le parecieron banderines multicolores que se agitaban…

   En manera impulsiva, como siempre había sido su costumbre, solicitó y obtuvo del capitán del barco una demora prudencial…Bajó a tierra en aquél bullicioso e incómodo puerto, aunque a él le pareció pintoresco…En realidad más que puerto, era un fondeadero…

   Subió a un coche de caballos, que con su traqueteo suave y algo desparejo, ascendió la cuesta hacia esa ciudad que allí al borde de la barranca mostraba un movimiento inusual…

   A las tres de la tarde, minutos más, minutos menos, Domingo se presentó en forma intempestiva en el Palacio de la Exposición…Era la hora de la siesta…El revuelo que causó, hizo que la sorpresa inicial pasara a un segundo plano. Todos corrían dentro y fuera del predio. Varios jinetes salieron a galope tendido levantando polvareda.

   Había que avisar a las autoridades de la exposición y al gobernador de la provincia.

   Manuel Martínez Fontes, Presidente de la Comisión Directiva de la Exposición llegó casi enseguida. Su casa  distaba apenas a unas cuadras. Casi detrás de él, los vecinos más prominentes de la ciudad.

   El gobernador Clemente Basavilbaso, hombre que había asumido en marzo de ese año, demoró un poco más de lo esperado…Acalorado, se notaba que se había vestido  apurado. Su larga barba dividida en el mentón, peinada sin prolijidad al igual que sus cabellos, algo ralos ya, hablaban que había sido interrumpida su siesta por la noticia, inesperada, que en la exposición estaba el general Sarmiento…Por aquellos días, no desempeñaba ningún cargo público, ya que si bien en 1877 había sido ascendido y designado General de Brigada, en 1885, cuando el presidente Roca prohibió a los militares emitir opiniones políticas, pidió la baja del ejército y se dedicó a opinar libremente en las páginas de su diario El Censor.

   Por ello no ameritaba ningún homenaje oficial, pero para Paraná era un honor recibir a un ex presidente y creador de la Escuela Normal en 1870.

   Domingo, acompañado por la comitiva comenzó por la Sección Entre Ríos. Con su vozarrón de sordo expresó su admiración por los productos agrícola-ganaderos allí expuestos, en especial la calidad de los embutidos que,   aunque había almorzado a bordo del “San Martín”, hizo honor a aquellos fiambres que le comentaron habían sido fabricados en Paraná, lo cual aumentó aún más la valoración del producto.

   En el salón del Museo Provincial, fundado por don Pedro Scalabrini, con el apoyo del general Racedo, le mostraron, a pedido suyo, las piezas más destacadas que allí se exhibían, en especial una mandíbula de megaterio, encontrada, clasificada y restaurada por don Pedro. Observándola, hizo una valoración y reiteró su respeto por los investigadores dedicados y amantes de las ciencias que tiene Entre Ríos.

Predio de la Exposición General de E.Ríos – Foto Cirilo Amancay Pinto

   María de los Angeles y Rita lo habían acompañado desde el momento en que ingresó al predio de la exposición y, ahora se dirigía hacia el Departamento de Educación, su área de responsabilidad, ubicado frente al museo… ambas adolescentes de 17 años, sintieron hormigas en el estómago…Casi egresadas de la promoción 1887, de esa Escuela Normal a la que Sarmiento consideraba su niña mimada, su preferida, el corazón de ambas retumbaba en sus oídos…

   Al ingresar se detuvo muy interesado frente al material didáctico preparado por las alumnas del Profesorado de Jardín de Infantes, dirigido por la norteamericana Sara Chambelain de Eccleston desde 1883.

  Las chicas, que ese año se graduarían al mismo tiempo de Profesora Normal y Profesora de Jardín de Infantes, saludaron inclinando su cabeza…agradecidas, interiormente, a la suerte que tuvieron en el sorteo que habían realizado entre las compañeras para la distribución de turnos de atención del stand.

   No podían creer que con ellas estaba charlando este hombre anciano, de orejas peludas y ojos vivaces…tranquilos, con su labio belfo que temblaba al hablar…Desde niñas solo era el prócer de los retratos colgados en las paredes de la escuela…

   Si bien era octubre, la siesta entrerriana, con su calor y su humedad, obligaban al visitante a pasar en repetidas ocasiones, su pañuelo por la frente y por encima de su labio superior…

      También lo acompañaron  cuando se trasladó a la Sección Santa Fe. Parado frente a los retratos de López y Ramirez, pareció improvisar una charla para sí, a modo de reflexión…”Uds. Están haciendo con Ramirez, lo que los orientales hicieron con Artigas. Yo me ocupo de ellos en una obra que estoy escribiendo. Pero ése (señalando hacia el retrato) no es Ramirez, pues tengo entendido que Ramirez era negro: es decir no la calidad, pero sí de un tipo aindiado…López, Ramirez, Artigas, son todos de la misma familia” poniendo énfasis en ésta última expresión…

   Aunque Rita estaba fascinada, María de los Angeles no lo estaba tanto. Recordaba las charlas de su padre con sus amigos respecto del señor Sarmiento y su pensar discriminativo hacia ciertos temas…

   El señor Martinez Fontes, anfitrión obligado por la circunstancia, hizo pasar a Domingo al Salón de Actos. Allí estaba la Banda de Música de Paraná, la misma que escuchó desde el barco y llamó su atención.

   La banda ejecutó el Himno Nacional. Domingo, como buen sordo que era, inclinaba su cabeza calva y haciendo pantalla con su mano siguió los acordes patrios…

   “_ Porqué tocan el himno? ” preguntó con sorpresa.

   “_ Porque Ud. está con nosotros y es lo mejor que podemos ofrecerle”

   Con los ojos llenos de lágrimas y sin articular palabra, solo una inclinación de cabeza hacia los allí presentes, con un paso muy corto y arrastrando en ocasiones los piés, mirando muy atento hacia el piso de tierra perfectamente apisonada, a María de los Angeles le pareció que su figura algo encorvada se empequeñecía aún más…y que la vida ya lo estaba abandonando…

   Domingo fue hasta el carruaje que lo había traído hasta el Alto.

   Desde las altas barrancas María de los Angeles y Rita lo vieron ascender a la canoa que lo trasladó hasta el barco. Antes de desaparecer en su interior, les pareció que dio vuelta la cabeza en dirección a las alturas donde ellas se encontraban…

   El “San Martín” levantó un borbollón cuando las paletas empujaron hacia atrás las aguas marrones y, dejando tras de sí una estela, lo vieron “allá abajo” en la punta de barranca doblar hacia el sur buscando Buenos Aires…

   Rita Latallada fue creadora de los primeros jardines de infantes en el país. Distinguida en el Congreso Pedagógico de Chicago de 1898. Se casó con Maximio Victoria, fue madre de siete hijos. Hasta sus últimos días tuvo una mente lúcida y a veces hablaba de aquel encuentro con Sarmiento. Murió en Buenos Aires el 25 de enero de 1958.

   De María de los Angeles, Rita solo supo que se había ido hacia la zona de la cordillera a ejercer su profesión allá por 1889…

Fuentes:

  • “La Opinión de Entre Ríos” Nº del 10 de octubre de 1887.               
  • “El Diario” de Paraná – Marcos Victoria (1974)