Historias de yaguaretes

Cuando el 1827 el naturista frances Alcide D’Orbigny recorrió nuestras tierras para escribir su libro «Viaje a la América Meridional», en su estadía por el litoral argentino, pudo encontrarse varias veces frente a yaguaretes, que por ese entonces abundaban nuestra zona, y junto con habitantes del lugar pudo escribir muchas historias y hacer conocer mucho del hábitat de estos felinos.
 
 
 
Respecto a los mamíferos salvajes de nuestra región escribió mucho sobre ellos pero quedo fascinado con el tema de los jaguares (yaguaretés). Dice que muchas de las cruces puestas a lo largo del río eran por nativos o visitantes que habían sido atacados y comidos por los tigres. Comenta que los marineros tenían terror de los yaguaretés que podían llegar nadando hasta las barcazas ancladas cerca de la costa, matar y volver nadando a tierra firme.
Menciona a un yaguareté asesino en lo que hoy es San Nicolás. Cuenta, que para pescar, el yaguareté derrama en el agua su espesa saliva, atrae a los peces y así los atrapa para comerlos. También comenta que los caballos atados de a dos, eran la mejor presa del yaguareté, porque este mataba a uno de ellos y espantaba al otro hacia el monte que arrastraba detrás de sí al animal muerto. Cuando ya estaban lejos de las casas, mataba al otro caballo y así se los comía a los dos.
Observó un ceibo que tenía marcas de garras y los nativos le explicaron que el jaguar usaba la corteza de ese árbol para afilar las uñas. Cuenta también sobre los tigreros y su particular modo de matar a los yaguaretés. Se refiere a un portugués que era un buen tigrero y que se enfrentaba al yaguareté con un cuero de oveja rodeándole el brazo y un cuchillo en la
otra que asestaba mortalmente al animal cuando este lo atacaba. La mención de la abundancia de carnívoros altamente especializados como el yaguareté es un valor indicativo de la biodiversidad.
Muchos cronistas de Indias han hablado de ello en distintas regiones del nordeste y noroeste del país. Fray Diego de Ocaña (1565-1608), que pasó en 1600 por el río Salado escribió que “adelante está la Villa de las Juntas, pueblo muy pequeño aunque muy rico de estancias de ganados; y si los tigres
no matasen mucho, no cabrían por los campos, porque multiplican mucho”
 
Esto y mucho mas es lo que puede leerse en el primer tomo de su libro “Viaje a la América Meridional”. Trece años de labor le demandó el total de la obra, que se terminó de imprimir en 1847, constando de nueve volúmenes y un atlas de 500 láminas coloreadas. El inventario de su viaje, donde hay observaciones sobre la historia, geología, geografía, arqueología, etnografía, zoología y botánica, comprende la descripción de 160 mamíferos, 860 pájaros, 115 reptiles, 166 peces, 980 moluscos,
5.000 insectos y crustáceos y 3.000 plantas. Para lograr esto debió recorrer 3.100 km de norte a sur y 3.600 km de este a oeste en las tierras americanas. Hay que destacar la brillantez de la pluma de fino escritor que tiene D’Orbigny y que hace muy placentera la lectura de su celebrado viaje.
 
Fotografía de Mauricio Caminos