Aquella vieja Plaza Mansilla
Un día como hoy, 2 de marzo, pero de 1889, se realiza la apertura de propuestas para la parquización de la plaza frente a la flamante Casa de Gobierno. Formaba una estética de contorno diseñada para acompañar la arquitectura del edificio gubernamental. Se la llamó Plaza Mansilla hasta que en la década de 1970, los funcionarios de un gobierno de facto la convirtieron en playa de estacionamiento.

La Plaza Mansilla no era otra cosa más que un bellísimo espacio verde con añosos cipreses que respondía a la forestación ideada por el paisajista y arquitecto Charles Thays, de gran prestigio en las ciudades que saben de parques célebres. El mismo Bernardo Rígoli, arquitecto premiado con medalla de oro en la Exposición Universal de París en 1886, dio el visto bueno al proyecto de hacer dos plazoletas frente a la Casa de Gobierno que él mismo ideó en estilo ecléctico, mezcla de barroco y renacentista.
La monumentalidad del palacio de gobierno merecía un jardín en su frente. Por eso, cuando la Casa de Gobierno se hallaba en plena construcción, a fines de 1886, se llamó a licitación para efectuar el desmonte de las calles que rodeaban el edificio en construcción. Recién dos años más tarde, en 1888, se tomó la decisión de hacer una plaza digna de acompañar la obra de Rígoli. El 29 de enero de 1889 hubo una convocatoria de ideas y precios para tal fin. Antes, la Municipalidad de Paraná había aportado herramientas y trabajadores para desmontar la tierra del lugar, mientras el personal del Departamento Topográfico marcaba los límites del predio a parquizar.
El empresario Víctor Cartesi, también con el visto bueno de Bernardo Rígoli, había construido las veredas de ambas plazoletas, a las que en conjunto se llamaba Plaza Mansilla (en algunos años se la denominó plazoleta Belgrano). Las aceras que construyó Cartesi estaban hechas de cemento portland y arena, como existían entonces en la Plaza Alvear.

El 2 de marzo de 1889 se realizó la apertura de propuestas para la parquización, y un mes más tarde la tarea de embellecimiento estaba en plena ejecución. Como primera medida, el Gobierno provincial solicitó al Departamento de Agricultura de Buenos Aires la remesa de diez kilos de lawn grass y 25 paquetes de semilla de estación, según narra Ofelia Sors en su libro. Y agrega que el Departamento de Agricultura adquiría directamente de Europa, todos los años, colecciones de semillas muy completas y variadas para ser repartidas al final del invierno o al principio de la primavera.
PATRIMONIO VERDE
En los archivo de lo que fue la Asociación Amigos del Árbol que dirigía María de Lourde Cura, existe una descripción sobre el aspecto de la Plaza Mansilla en el año 1924, realizado por Juan Manuel Jozami, fundador de la entidad. El escrito de Jozami permite conocer que los jardines contaban con cuatro especies de cipreses: ciprés fúnebre, especie con ramita pendular de aspecto muy original, y el ciprés lusitanca, muy apreciado para parque inglés por su aspecto señorial.
“La Plaza Mansilla es una característica plaza regular constituida por coníferas al estilo romano, de modo que su ambiente debe mantenerse reponiendo siempre ejemplares de este orden, que se caracterizan por sus hojas persistentes y carencia de flores vistosas”, advertía el fundador de la Asociación Amigos del Arbol.

La plaza llegó a vivir seis décadas, tiempo suficiente para atesorar numerosas historias del quehacer político-institucional. Fue un escenario privilegiado para ver pasar la historia entrerriana. Hasta que un día, el gobierno de facto que en la provincia encabezaba el brigadier Ricardo Favre durante los últimos añ
os de la década del 60 y primeros de los 70, decretó la muerte de la Plaza Mansilla. Los Gobiernos municipal y provincial explicaron que, en el marco de lo que paradójicamente denominaban Operativo Plaza, se estaban “ejecutando trabajos de fondo y envergadura para permitir un conjunto armónico y embellecido, atendiendo la necesidad del hombre de estar en contacto con la naturaleza”. Entonces, sin más vuelta, se ordenó reemplazar el verde del jardín por el frío gris del pavimento. La ciudadanía contempló azorada el trabajo de las topadoras. No eran buenos tiempos para manifestarse.
40 años se tardo en volver a recuperar, al menos, la descripción de plaza, pero nunca se recuperaran los añosos arboles, la sombra y los verdes de la centenaria plaza que alguna vez fue.
Fuente: Jorge Riani