La presencia Jesuita en Paraná que sigue sin ser oficializada

La Compañía de Jesús estuvo presente en el país, inicialmente desde 1600 hasta su expulsión de Latinoamérica, en 1767. Su huella es imborrable en muchas regiones del país, tanto como sus construcciones. Paraná no queda exceptuada de eso y sigue la disputa entre los historiadores, a favor y en contra, de la presencia jesuita en nuestra ciudad.

Contrafrente de la Catedral Metropolitana – Foto Mercedes Cagnani

Su legado quedó omnipresente en la vecina Santa Fe, pero en la capital entrerriana es motivo de debate: los famosos túneles que se
desparraman por debajo de la geografía urbana paranaense, para algunos son simples desagües; para otros, son una ineludible marca jesuita, con sus construcciones de arco de medio punto.

Túneles bajo la ex fabrica Coceramic hoy inaccesibles

En línea con la teoría de su presencia, se cita al edificio de la Facultad de Ciencias Económicas –ex-Seminario de Paraná y, anteriormente, Colegio de la Merced de los Jesuitas– o la antigua capilla, hoy oculta detrás de la Catedral Metropolitana, cuyo frente
se esconde entre las edificaciones ubicadas sobre calle 9 de Julio.

Ex Seminario de Paraná – Foto Archivo Museo Histórico Leguizamón

Según Julio Ruberto, la negación de la presencia jesuita en Paraná obedece a que “familias acomodadas” como los sucesores de Pascual Echagüe, Larramendi y Crespo, entre otros, se apoderaron de los bienes de los jesuitas, en complicidad con los funcionarios, tras la expulsión de la Congregación de Latinoamérica.

Para el revisionista y titular de la ONG Rescate de la Historia, la llegada de los jesuitas a Paraná se dio cuando la familia Garay cedió una estancia al movimiento religioso, en los primeros años de 1600, donde actualmente está emplazada la escuela Mariano Moreno. “Por esto está el olivo de 400 años y un alcanfor, en calles Corrientes y Moreno. Esos árboles son exóticos de América y eran los jesuitas quienes hacían esas plantaciones”, opinó.

El yeso en el suelo paranaense es un recurso utilizado por los jesuitas, y la explotación de las canteras data de esa época, de 1600, aportó Ruberto.

También señaló que hasta el camino libertador del general Manuel Belgrano, en su expedición hacia Asunción, revela que su paso por
Entre Ríos se debe a que tomó el mismo camino de las misiones jesuitas, que bajaban desde allí y construían poblaciones en Misiones, Corrientes y Entre Ríos.

La explotación de las canteras, el actual edificio de Ciencias Económicas con paredes de 1 metro de ancho, los kilométricos túneles que surcan la ciudad, son signos inequívocos de esa presencia religiosa en Paraná.

El enigma arquitectónico que envuelve a la Catedral Metropolitana.

Solo desde los techos del ex establecimiento hotelero ubicado en calle 9 de Julio, o de las edificios lindantes, se puede apreciar el frente de una antigua capilla. Si bien el tiempo no hizo mella en esa fachada que data de 1700 o 1800, sorprende que un tapial haya tapado sus primeros dos o tres metros de edificación.

Para el profesor Julio Ruberto (integrante de la ONG Rescate de la Historia), se trata “inequívocamente” de una construcción jesuítica cuya flor de lis puesta en su frente, revalida la afirmación. Desde allí enarbola y defiende la teoría acerca de la presencia jesuítica en Paraná.

Ese contrafrente tiene identidad propia: muestra dos torres, una nave y sus dos capillas, y es un crucero independiente del crucero de la Catedral. “Su ocultamiento implica la necesidad de borrar la presencia de los jesuitas, luego de ser expulsados de América Latina y lo que se hizo con sus propiedades”, planteó Ruberto, quien aseveró que esa edificación estaba destinada a Catedral en 1771 y fue cedida a la Orden de Santo Domingo en 1795. “Si aún permanece es porque está consagrada y nadie luego se animó a demolerla”, sugirió.

Contrafrente de la catedral – Grabado de Carlos Espinosa

Abonando la teoría que “los ganadores escriben la historia”, fueron ocultados, eliminados o negados todos los vestigios jesuitas, como los famosos y controvertidos kilómetros de túneles debajo de la geografía urbana paranaense. Y plantea que hasta la Plaza 1° de Mayo no siempre estuvo en su actual ubicación.
“La vieja plaza principal estaba frente a esta capilla, por eso el frente era hacia acá. Incluso –se preguntó-, por qué ese espacio público sería tan pequeño, a diferencia de cualquier localidad cuya plaza principal es de 4 manzanas”.

Plano Jesuita del Siglo XVII donde Paraná se identifica como «La Capilla» – Fuente Región Litoral

Más allá de las conjeturas, cierto es que ese histórico frente está tapado y oculto, y que por su valor patrimonial histórico, debería ser revalorizado y mostrado. Incluso, existe un sendero en derredor del templo –hacia calle 25 de Mayo– que podría permitir observar este antiguo frente, pero permanece sellado.
Desde lo arquitectónico, llama la atención particularidades no tenidas en cuenta por el proyectista, que determinó que en su costado derecho la Catedral se une sin razón ni estilo con el Palacio del Arzobispado.

Para la historia oficial, esa vieja fachada solo es la conservación en la actual edificación de otra parte de otro exterior, que perteneció a la vieja iglesia, que ensambla simbólicamente dos épocas.

Historia oficial de la Catedral

La historia oficial da cuenta que el actual templo –Monumento Histórico Nacional– es el cuarto construido en el mismo lugar.
El primero, una capilla de adobe y paja consagrado a la Inmaculada Concepción, había sido levantado en 1732; durante los años 1753 y 1756 se construye la segunda iglesia, impulsada por el reciente presbítero nombrado en La Bajada, Arias Montiel.

El 11 de noviembre de 1807 se colocó la piedra fundamental del tercer templo, de mayores dimensiones y de mejor material, por iniciativa del Párroco Presbítero Doctor Antonio Gil y Obligado; prestó sus servicios hasta 1882, que dicen fue demolido para dar lugar a la actual Catedral. Sin embargo, la presencia del frente sobre calle 9 de Julio abre interrogantes sobre su real demolición.

Fuente Carlos Espinosa

Su construcción comenzó el 1 de enero de 1883, cuando el obispo José Gelabert y Crespo bendijo la piedra fundamental, pero sufrió interrupciones debido a problemas económicos y políticos, por lo que fue inaugurada en 1885.

Su frente es renacentista, sus cúpulas de estilo bizantino, posee seis columnas de estilo corintio coronadas con hojas de acanto, tres puertas (la principal y dos a los laterales a ambos lados de aquella). El campanario consta de cuatro campanas; la mayor o de los Canónigos fue fundida en un crisol en la casa particular del General Urquiza con aportes de objetos de oro y plata donado por los vecinos; las otras tres fueron traídas de las misiones guaraníticas.

El autor de los planos y director de la obra fue el arquitecto Juan A. Arnaldi, que proyectó la planta en forma de gran cruz latina, con tres naves (una central y dos laterales). Este genovés también tuvo a su cargo obras en la vecina ciudad de Santa Fe, como la iglesia de Santo Domingo, la basílica de Guadalupe, la iglesia de Santo Tomé y las capillas de los colegios católicos Adoratrices y del Huerto y el proyecto de la inconclusa Catedral de Santa Fe, que iba a reemplazar a la actual Catedral de la vecina localidad.

“Su ocultamiento revela la necesidad de borrar la presencia de los jesuitas en Paraná, y lo que se hizo con sus propiedades. Si la vieja Catedral –cuyo frente da a calle 9 de Julio– no fue demolida esa porque está consagrada y nadie luego se animó a demolerla”, sostuvo en su teoría Julio Ruberto. Para la historia oficial, la nueva y vieja construcción ensamblan simbólicamente dos épocas.

Tras poner énfasis en que lo que él relata está basado en documentos, Ruberto agrega: «La tarea primordial que tenían los jesuitas era evangelización de los guaraníes. Sus métodos diferían de otras órdenes religiosas. Muchos los consideraban a los guaraníes, más que seres humanos bastantes embrutecidos. Los jesuitas los tuvieron como lo que eran, personas. Hicieron las primeras escuelas, para varones y para niñas y les enseñaron oficios. Para granjearse la amistad de los guaraníes, en un proceso que les llevó dos años, lograron hacerles plantaciones de yerba mate, al lado de cada pueblo en que estaban los guaraníes, así se evitaban las largas semanas de búsqueda, entre el monte, de la yerba»

Fuente: Daniel Caraffini/De la Redacción de UNO