Historia de Alameda de la Federación y Plaza Alvear

Una ley de 1836, dispone la formación de una plaza en el sitio conocido como “El Molino”, en Paraná, sobre terrenos de Juan Garrigó. La avenida Alameda en 1881 fue renombrada, por «una iniciativa estudiantil», avenida Rivadavia y actualmente, desde 2011 recobró el nombre Alameda de la Federación.

Alameda de la Federación 1900 – Colección Cirilo Amancay Pinto – Museo Martiniano Leguizamón

Durante el gobierno de Mansilla se habilita un nuevo puerto (hoy, “Puerto Viejo”) más al norte, por lo que era necesario una vía de comunicación que rápidamente pusiera en contacto aquel, con el centro del núcleo urbano.

Se dispone la construcción de una plaza y desde uno de los extremos  o esquina debía abrirse una calle,  “que se llamará Alameda de la Federación”.

La Legislatura sanciona una ley el 29 de enero de 1836, la que se da a conocer a la población, mediante “bando público”, el mismo dispone la formación de una plaza en el sitio conocido como “El Molino”; posesión de don Juan Garrigó, de la cual debía arrancar desde el ángulo NO un camino directo al puerto, atento a que, hasta entonces el que los unía era un sendero mucho más prolongado y en algunos tramos estaba al borde de la barranca.

El 6 de abril se cumplió lo dispuesto por la Legislatura y con la presencia del Gobernador Delegado, Coronel Evaristo Carriego se llevó a cabo la ceremonia inaugural. A las 10 de la mañana salió de la casa de Gobierno la comitiva Oficial  acompañada de banda de música y la bandera de Entre Ríos.

Primeramente se leyó el bando, en las cuatro esquinas de la actual plaza 1° de Mayo y luego se trasladó a la plaza Echague (actual Alvear), donde se hizo lo propio en el centro y por última vez el  ante la presencia de autoridades y vecinos. Luego se trasladaron al vértice noroeste donde daría comienzo la nueva calle “Alameda de la Federación”.

El ingeniero oficial Juan Bautista André, tomó las providencias del caso, indicó las formalidades técnicas, se dio la orden de derribar a golpe de hacha los árboles en un ancho de 24 varas como disponía la Ley hasta dejarla “limpia y lisa”.

La importancia que se atribuyó a esta iniciativa puede deducirse de los términos de un decreto gubernativo, dictado el 25 de abril, nombrando celador de la alameda, que contiene, entre otras las siguientes disposiciones: todo carrero que vendiera agua estaba obligado a echar cuatro baldes de agua todos los días a los árboles, hasta que arraigaran, según instrucciones del celador, quien cuidaría, también, de que no jugaran los niños con los árboles y que los animales no los destrozaren; los vecinos que quebraran gajos serían multados con seis pesos a igual que los dueños de animales perjudiciales. El celador cuidaba del orden teniendo autoridad de arrestar a «cualquier individuo que cause desorden en dicha calle, ya sea riñendo o desvergonzándose con las personas que paseen por ella. El individuo que se presente ebrio a la calle será detenido y multado». Disponía, finalmente, que todos los domingos «irá la música a tocar dos horas»

La plaza se la llamó “Pascual Echagüe”, nombre que fue anulado por orden de Urquiza en 1840.

La historiadora Beatriz Bosch, en un artículo periodístico de 1954 describe “(…)La plaza que no era sino un fragoso descampado, quedó sin nombre por un buen tiempo, recibiendo a menudo el nombre de la iglesia a medio construir (San Miguel)(…), el 5 de agosto de 1854, se encontró propicia para el bautismo (…).” En esa fecha el vicepresidente de la Confederación Argentina, en ejercicio de la presidencia suscribe un Decreto imponiéndole el nombre “General Carlos María de Alvear”, el compañero de San Martín, el presidente de la Asamblea del Año XIII fallecido en Estado Unidos de Norte América cuyos restos se repatriaban.

Por la diagonal de la misma se desplazaba  el tranvía a caballo,  para llegar rápidamente a la Alameda y por ella al puerto.

En 1878 se retiraron las vías de la plaza y en la intendencia de Berduc, (1889/1891) “se ordena nivelarla delinear los jardines, plantar árboles, que hoy,  constituyen magníficos ejemplares; se construyen las aceras, y se coloca la fuente central”. En 1888 es remodelada, se construyen las veredas laterales de 2 metros de ancho.

Esta plaza está construida al estilo romano inspirado en las antiguas villas donde predominan grandes árboles en canteros elevados.

Entre las especies vegetales se destacan: palmeras, cedros, jacarandás, palos borrachos, tipas, grevillea, encinas, lapachos rosados y la araucaria inclinada en el límite con  peatonal San Martin, que atrae la mirada de los caminantes.

Año a año se han tenido que reemplazar árboles y se han agregado otros: ceibos, curupí, cedro, lapacho blanco, generalmente cada uno de estos últimos, son en homenaje a algún hecho o institución, que recuerdan los residentes de la ciudad.

En junio de 1881, por iniciativa de docentes y alumnos de la Escuela Normal, se rebautizó la avenida como Bernardino Rivadavia. En 2011 recobra el nombre original.

Bibliografía:-  Grosian, Andrés: “La Iglesia de San Miguel Arcángel y de todos los Santos” Pág. 12 Ed. S/D