Exploran el fondo del aljibe histórico de la casa de Almada

La Casa de Almada – Pulpería es un lugar ubicado muy cerca de Paraná, en el Barrio El Triangular, frente al CEMENER (Centro de Medicina Nuclear), donde se puede ir a disfrutar de un almuerzo al aire libre, tomar el té a la tarde, o bien a cenar, pero también es un lugar con mucha historia.

Se trata de una casa construida alrededor de 1860 por Don Sinforiano Almada, un destacado oficial que integró los ejércitos entrerrianos y participó en numerosas batallas durante las guerras civiles argentinas, especialmente en la batalla de Caseros bajo las órdenes del General Justo José de Urquiza.

Sus descendientes explotaron el inmueble destinándolo a una pulpería o almacén de ramos generales, el cual, junto con la Estación del Paracao del Ferrocarril Central Entrerriano y emplazamiento del cuartel militar de la División ‘Litoral’ del ejército argentino hacia fines del siglo XIX, constituyeron el núcleo poblacional original de lo que luego sería conocido como El Triangular, barrio más antiguo que la ciudad de Oro Verde misma.

Gran parte de su estructura original de la Casa de Almada y de los atributos arquitectónicos de su época permanecen intactos o bien fueron meticulosamente restaurados, lo que reviste gran importancia para el patrimonio histórico entrerriano, por lo que la casa fue declarada el año pasado ‘Inmueble de interés histórico y cultural’ por el Concejo Deliberante de Oro Verde (Ordenanza 021/2020).

Dentro de esos atributos que el visitante puede observar, se encuentran el gran sótano, que funcionaba como heladera en tiempos de ausencia de luz eléctrica, y el aljibe, que servía para abastecerse de agua potable.

Su brocal es robusto y sencillo, lo mismo que su horcón, a diferencia del elaborado aljibe que podemos ver en uno de los patios del Palacio de Urquiza en San José.

Cuando se midió recientemente la profundidad del pozo, la misma resultó asombrosa: 10 metros hasta llegar al agua y 30 metros de hondura de la napa de agua, un verdadero río subterráneo. En total 40 metros de profundidad, el equivalente a un edificio de 8 pisos.

Es sabido que desde tiempos inmemoriales, la gente arrojaba objetos por distintas razones, o bien caían por descuido, lo que movió la curiosidad del actual propietario para explorar el fondo del mismo valiéndose, primero de ganchos, cestos, y luego de potentes imanes de neodimio que atraen metales ferrosos.

De esa manera fueron aflorando poco a poco de las profundidades del pozo, distintos objetos, grandes y pequeños, como botellas de cerámica, trozos de vajilla, llaves, herraduras, estribos, monedas antiguas, cuchillos, una punta de lanza, un hacha de cocina, un prendedor, broches, pedazos de herramientas; e incluso se puedo levantar un parte de la pesada tapa original del aljibe, de madera de quebracho, que ha resistido increíblemente decenas de años sumergida.

Todos estos objetos serán debidamente acondicionados para ser exhibidos en alguno de los salones de la Casa de Almada.

Como mudo testigo de tiempos remotos que permanece inalterable, también guarda sus secretos, algunos trágicos, como la muerte de una joven dependiente de la pulpería de origen ruso alemán que, según consigna una crónica policial de 1904, cayó al pozo en un confuso episodio policial, y su cuerpo jamás pudo ser recuperado de las profundidades.

Esta triste historia motivó al actual propietario de la pulpería, Wendel Gietz, que también es aficionado a las letras, a incluir un relato sobre este hecho en su libro ‘De pino o roble’, publicado en 2017.