El día de la inauguración del Monumento

Este miércoles 11 de Noviembre se cumplen 100 años de la inauguración de la mas importante escultura de la provincia, el Monumento a Urquiza. En este impecable relato de David Cordoba, para su libro en proceso «Paraná de los grandes silencios…», nos lleva a imaginar cada momento de ese día de 1920, en que se vivió una de las mayores fiestas que se recuerda para homenajear a nuestro prócer.

Ciudad inquieta, bullanguera y de grandes silencios

La mañana llegó con un sol radiante, metiéndose en todos los rincones de una Paraná algo ruidosa desde temprano en la zona de las plazas 1ª de Mayo y Urquiza. Aunque, en la gran mayoría de sus calles había movimiento de carruajes de familia, coches de plaza, gente de a pié, sola y otras acompañada por la familia… La novedad eran los Ford T con su ruido y su andar saltarín sobre las pocas cuadras de adoquines, seguían siendo la novedad que encabritaba los caballos y detenía las conversaciones de los parroquianos que se quedaban mirándolos…

    El tranvía que iba y venía del Puerto Viejo había suspendido su servicio, ya que el boulevard Rivadavia, por disposición municipal, estaría cerrado a la circulación de cualquier tipo de vehículo. Por allí pasaría el desfile de niños de escuelas, tropas y autoridades…Todos querían llegar a la plaza del río y disfrutar del acontecimiento que allí ocurriría y buscar un lugar de privilegio, para poder verlo de cerca y no perderse nada de lo que dijera el presidente Hipólito Irigoyen, que, según se comentaba, llegaría desde Santa Fe a primera hora de la mañana…

  Don Francisco, Pancho para sus amigos y conocidos, con sus setenta años cumplidos en el mes de abril de ese año de 1920, fue el más chico y el último que quedaba de aquellos diez hijos que tuvo Aniceto Aguirre, hombre de los pagos de la costa del río Uruguay, soldado del Supremo Entrerriano, y enamorado de una criolla de aquí, que se quedó para siempre en esta Villa de la Bajada, luego de la muerte del jefe en San Francisco del Río Seco en 1821… Su padre con su madre se conocieron cuando el Gral. Ramirez, en la que se conocía como “Plaza Nueva”, en 1820, decide instalar su cuartel general haciendo construir las trincheras en las calles que la rodeaban, quedando allí el ejército de reserva…entre ellos Aniceto…

   Nueve mujeres seguidas  y ningún varón, le había impedido a Aniceto bautizar un hijo con el nombre de su querido general…hasta que nació el décimo…

    Al salir de su casa, Sofía, su mujer, lo obligó a llevar el sombrero de paja, ya que si bien ahora estaba agradable el sol, después de media mañana seguramente el calor “apretaría”…

   Hizo dos cuadras, casi tres, y llegó a la placita que está atrás de la  Casa de Gobierno, y cuando se disponía caminar cuesta abajo hacia la zona de las barrancas, sintió su nombre que desde arriba de un carro le gritaban, era su amigo Gauna…

– Eh, Pancho vas para la plaza del río…? Subí, voy para allá a llevar estas sillas para uno de los palcos.

La charla giró en torno a la inauguración del monumento al Gral. Urquiza, que ya desde 1914 estaba allá arriba mirando la ciudad de casas bajas y de grandes sitios baldíos… Al fin lo iban a inaugurar “como se debe”… después de tantas idas y venidas por el tema de las sospechas hacia las diferentes comisiones pro-monumento, según se rumoreaba, no hubo cuentas “claras” de los gastos y habían hecho de las suyas en beneficio propio, pero nadie decía nada claro, solo reproches y “trapitos al sol”, hasta que finalmente “algo” arreglaron… En fin, nada nuevo en esta ciudad de “historias escondidas” y de los  grandes silencios…

   Desde arriba del carro se podía ver hasta el final del boulevard. Las veredas estaban llenas de gente, niños jugando mientras sus mayores esperaban junto al cordón el paso de quienes desfilarían por la mañana y, tal vez al señor Presidente de la Nación… 

   Precisamente cuando pasaron frente a la escuela ”del Centenario”, ambos se acordaron que, para su inauguración en 1914, estuvo presente el presidente Roque Saenz Peña…Y ellos lo habían visto de cerca…

   La gente que caminaba por la calle, le abría paso al carro, y así llegaron hasta donde iba Gauna. Le costó bajar a Pancho, la vista ya le fallaba y no podía ver con claridad el estribo donde apoyar el pié…Subir le había sido más fácil.

   Pisó la tierra levemente húmeda, seguramente regada y compactada a pisón el día anterior, al igual que las calles que se encontraban alrededor de los canteros floridos y del monumento.

   Aunque los pájaros ya se habían acostumbrado al murmullo del gentío y ruidos de todo tipo, cada tanto, alguna bomba de estruendo los hacía volar en todas direcciones, alejándose de la seguridad que le daban los árboles y algunos cables que sostenían los adornos aéreos  y banderas argentinas.

   El estruendo de las bombas a Pancho  le hizo recordar cuando se inauguró la Plaza Urquiza, un 24 de diciembre de 1895… Qué cantidad de fuegos artificiales cuando llegó la noche…! Y ahora, ahí el monumento frente a él, con sus 17 metros de altura… imponente… tan alto… Le habían contado que la parte de abajo, la de mármol, el escultor que la hizo, se murió y no pudo hacer la parte de bronce donde está el general a caballo, así que otro tuvo que terminarla…

   Él había ido a “tirar la línea” al puerto, al nuevo, que hacía poco se había inaugurado la parte del “ministerio”. Era febrero de 1910, y le sorprendió la cantidad de bultos de diferentes tamaños, numerados y precintados… Unos días antes  habían llegado de Europa las 88 partes para armar el monumento al general Urquiza. Bueno, en realidad él no las contó, éso le dijo el maquinista del guinche Nº2, cuando le preguntó que era ése lío de  cajas…

    Pancho se quedó a la sombra de un jacarandá, que aún se vestía de lila, y asombrado vio pasar el carro alegórico que representaba a La República, con sus catorce provincias y sus 10 gobernaciones…Pero, más aún lo emocionó la aparición de miles de niños de las escuelas desfilando con sus guardapolvos blancos o sus uniformes, según el caso, acompañados por sus maestras y maestros… La Banda de la Policía tocando marchas que emocionaban…

    Por esas cosas que tiene la vejez, las historias vividas vuelven siempre, de manera inesperada…Se sintió el Panchito, de aquella mañana de un 26 de mayo de 1858, cuando su padre lo llevó a la plaza principal  a ver aquél desfile de miles y miles de soldados muy bien pertrechados… ¡Inolvidable…¡ El mejor desfile que vio en su vida..! Las bandas de música tocando ritmos marciales… La artillería encabezaba la columna, detrás venía la infantería y cerraba la caballería… Cada División exhibía caballos de un solo pelo…tostados, blancos, overos, tordillos…Estar sentado sobre los hombros paterno le permitió ver venir desde lejos a las tropas por la calle Industria y al llegar a la intersección con Pronunciamiento, en donde estaba la imponente residencia del Presidente de la Confederación Argentina,  presentar el respetuoso saludo de rigor hacia las autoridades presentes en el balcón superior principal…Aniceto, el ex soldado de Pancho Ramirez, tenía lágrimas en los ojos… ”Mirá Panchito, aquél de poncho blanco en el balcón y que saluda con su sombrero a la tropa, es el general Urquiza…” La mirada del niño, fue eso, mirada de niño, para él, el de poncho blanco y,  que al parecer su padre respetaba, era un señor gordo, algo panzón y pelado, porque al no tener el sombrero puesto, se notaba que los pelos que se peinaba de una oreja en dirección a la otra, era para para tapar su pelada…

   Un toque de diana, despedía el pasar de los niños de las distintas  escuelas, luego de su paso alrededor del monumento, retomaban buscando el boulevard Rivadavia y desconcentrarse …Los escolares agitando banderitas, ingresaban por la calle norte , rodeaban el monumento y retomaban por la calle sur, acompañando su andar la Banda de la Policía…Todo ese despliegue emocionaba al anciano…

   Al desfile escolar de la mañana, le siguieron los festejos por la tarde. Pancho  no durmió su siesta acostumbrada. A las tres de la tarde ya estaba en la plaza del río buscando su lugarcito. No quería perderse nada. Quería ver al presidente Irigoyen, que decían vendría desde Santa Fe, por el río, junto con el gobernador de esa provincia…El gobernador vino junto a otros gobernadores y autoridades nacionales, pero el presidente no.

   El desfile arrancó desde la iglesia catedral. A pié toda la comitiva, la Banda de Policía y la caballería, recorrieron el trayecto hasta la zona del monumento, siendo saludados y aplaudidos desde las aceras por los parroquianos…

   Aunque a falta del presidente, el otro plato fuerte para  Pancho, eran los “Veteranos de Caseros” que allí iban a ser homenajeados…Llegaron en carruajes adornados con flores y banderas argentinas, marchando delante de los mateos que traían a los descendientes de Urquiza, que también serían homenajeados.

   La Banda tocaba marchas militares…

   Aquellos ancianos que tendrían más de 90 años algunos, de melena blanca y piel curtida por mil soles, algunos eran negros, pero no se diferenciaban mucho de los otros de piel oscura…El bastón para algunos o el brazo de un compañero para otros, fueron el apoyo para subir los escalones al pié del monumento y desde allí, con inexpresivos ojos de “vista corta”, quedaron mirando lejos, hacia la multitud que los saludaba, levantando en alto sus sombreros panamá los varones y arrojando flores al aire las mujeres…   Un avión de dos alas hizo varias pasadas volando bajo, y con su motor “roncando” fuerte, poco se diferenciaba de los Ford T espanta caballos, hizo desaparecer los saludos…La concurrencia enmudeció y con la cabeza dirigida hacia el cielo, siguieron casi sin pestañear esa máquina voladora, que se fue perdiendo su ruido hacia el sur, en el atardecer de un cielo que con sus colores iba avisando que pronto llegarían las primeras sombras…

   Esas primeras sombras también se fueron metiendo en el ánimo de Pancho… Se fue caminando despacio, algo cansado de estar parado… Había quedado con su mujer que la pasaría a buscar por lo de su comadre, así que enfiló para el lado del cementerio… los cercos bajos con las enredaderas de campanitas ya cerradas, los jardines grandes llenos de flores, algunos separados de la vereda, donde las había, por rejas no muy altas, enormes Santa Rita colgando de algunos tapiales no muy altos y rajados por el peso vegetal… y sus preferidas, las glicinas aquí y allá… la semi penumbra y la falta de iluminación callejera en la zona, hacía que las ventanas y los altos zaguanes abiertos, marcasen el rumbo y la vuelta de sus recuerdos de aquella salida festiva con su papá en el año 1858 y, poder presenciar lo que se llamó la Gran Parada… Quince mil hombres marchando, rodeando la plaza luego de haber saludado al jefe… Pancho no se acuerda el nombre de las calles, pero si fuera hoy en 1920, diría que la calle Industria es 25 de Mayo, doblaron por San Martín, luego Urquiza, tomaron por Corrientes, una cuadra, allí torcieron hacia el este por Gualeguay ,  al trote primero y al galope después buscando el campo cercano, se perdían en la polvareda para no regresar nunca más…Se fueron buscando Pavón…

   Hoy, tal vez, alguno de esos jinetes, volvió a estar cerca de Panchito y juntos se quedaron al pié del monumento…en este 11 de noviembre de 1920…

 Fuente:

  • “Páginas de Oro”, Alfeo Zanini, Paraná, 1926.
  • “Estampas”, Claudio Cañete, Paraná, 2004
  • “Paraná, dos siglos y cuarto de su evolución urbana”, Ofelia Sors, Paraná, 1994.

Fotos: Archivo del Museo Histórico Martiniano Leguizamón