El cine que se termino transformando en banco
El Cine Rodrigo tuvo sus raíces en una popular confitería de Paraná a principios del siglo XX. En 1908, en la esquina de calles 25 de Mayo y Monte Caseros, si, donde hoy es la sede del Banco de Entre Rios, funcionaba la Confitería La Perla, donde ya se realizaban proyecciones de cine mudo[1].

En esa sala se llegó a proyectar El fusilamiento de Dorrego (1897), uno de los primeros filmes argentinos de argumento dramático, cuyo registro se considera pionero en la cinematografía nacional[1]. El éxito de estas funciones convirtió al lugar en un punto de encuentro favorito de las familias paranaenses de la época, especialmente del público masculino[2].
El 19 de marzo de 1911 marcó la inauguración formal de un nuevo emprendimiento en este sitio: el empresario Pascual Rodrigo, destacado en el ámbito gastronómico y artístico, adquirió La Perla y abrió allí el Teatro Ibérico, equipado con un cinematógrafo, orquesta en vivo y servicio de cafetería[3]. Llamó la atención que las proyecciones en el Teatro Ibérico fueran con entrada libre y gratuita, modelo sustentado por el consumo en la confitería adjunta[3]. Poco después, el 30 de octubre de 1912, tras algunas remodelaciones, el mismo dueño relanzó la sala bajo el nombre de Salón Rodrigo (también llamado Teatro Rodrigo)[4]. En esta etapa, además de cine, el lugar ofrecía espectáculos escénicos y destinaba parte de sus recaudaciones a beneficios de las Damas Vicentinas (sociedad de caridad), combinando entretenimiento con función social[4]. La preferencia del público por el cine pronto llevó a que la sala se orientara principalmente a las proyecciones, consolidándose como uno de los primeros cines estables de la ciudad.
Esplendor y rol cultural en la comunidad (años 1910-1920)
Desde su reapertura como Cine Rodrigo, la sala vivió años de esplendor y se volvió un ícono cultural de Paraná. Ubicado estratégicamente frente a la plaza 1º de Mayo –en la esquina donde hoy se levanta el Nuevo Banco de Entre Ríos (BERSA)–, el Cine Rodrigo operaba no solo como cine sino también como un centro social multifacético[5]. De hecho, el edificio integraba confitería, panadería y sala de billares, funcionando como café y pastelería a la vez que sala cinematográfica[6]. Bajo la gestión de los empresarios José Sanz y Antonio Patuel (quienes se asociaron con Pascual Rodrigo en la década de 1920), el complejo se promocionaba como un negocio integral: “Bar y Confitería Polo Norte – Cine Rodrigo” con todos sus anexos[7]. Esto quiere decir que en el mismo lugar se podía tomar un café o helado, comprar masas finas, jugar al billar y luego disfrutar de una película. Esta modalidad hizo del Cine Rodrigo un punto de reunión muy concurrido en la sociedad paranaense de aquellos años[8][6].
El ambiente del cine combinaba entretenimiento con vida social. Por ejemplo, la elegante confitería del Cine Rodrigo fue escenario de eventos como los bailes para “presentar en sociedad” a las señoritas de las familias locales, funcionando como alternativa menos formal al exclusivo Club Social[6]. En cuanto a la cartelera cinematográfica, al estar en pleno apogeo del cine mudo, se exhibían tanto cortos locales como estrenos internacionales de la época. Se presentaban noticieros, comedias, dramas y seriales mudos acompañados por música en vivo. Hacia mediados de la década de 1920, la sala seguía siendo referente: por ejemplo, en 1925 ofrecía la proyección de “Bella Donna” –una exitosa película dramática protagonizada por la estrella polaca de Hollywood Pola Negri, dirigida por George Fitzmaurice– para deleite del público paranaense[5]. Esto demuestra que el Cine Rodrigo mantenía a la ciudad al día con los filmes populares de la época. En conjunto, entre 1912 y 1927 el lugar fue sinónimo de modernidad y vida cultural en Paraná, albergando desde funciones cinematográficas con orquesta hasta tertulias y encuentros sociales de todo tipo. Diversas crónicas y memorias locales lo recuerdan como “uno de los símbolos de Paraná en la primera mitad del siglo XX”, dada su impronta en la historia urbana y afectiva de la ciudad[9].
Fechas clave en la historia del Cine Rodrigo
- 1908: La Confitería La Perla (25 de Mayo y Monte Caseros) comienza a ofrecer funciones de cine, llegando a proyectar El fusilamiento de Dorrego, primer film argentino de argumento dramático[1].
- 19 de marzo de 1911: Pascual Rodrigo inaugura el Teatro Ibérico en el mismo solar, con cine y orquesta en vivo; la entrada era libre, financiada por el servicio de confitería[3].
- 30 de octubre de 1912: Reapertura como Salón Rodrigo (o Teatro Rodrigo), ya con el nombre de su propietario. La sala combina cine, espectáculos teatrales y eventos benéficos, asentándose como el Cine Rodrigo en el imaginario popular[4].
- 18 de noviembre de 1913: Un derrumbe durante obras de ampliación casi trunca el proyecto. Cede parte de la estructura en construcción (se planeaba montar un cinematógrafo de verano en la terraza y confitería abajo), accidente que deja dos heridos –uno de gravedad–[10]. Pese al pesimismo inicial en la prensa, el emprendimiento se recupera y continúa adelante, fortaleciéndose en años siguientes[11].
- Década de 1920: Años de auge. El Cine Rodrigo se integra con la Confitería Polo Norte de Sanz y Patuel, ofreciendo café, pastelería, billar y cine bajo el mismo techo[7]. Se convierte en punto de encuentro social y en vitrina de los estrenos cinematográficos mudos más renombrados de la época (ej.: filmes con Pola Negri, Charles Chaplin, etc.).
- 14 de noviembre de 1927: Incendio devastador. Durante la función nocturna familiar, un fuego repentino arrasa la sala por completo, dejando en pie solo las paredes exteriores[12]. El siniestro –atribuido luego a un posible cortocircuito o a chispas del proyector que encendieron las altamente inflamables cintas de celuloide– consumió todo en pocas horas[13]. Afortunadamente no hubo víctimas fatales, pero las pérdidas materiales fueron totales, estimadas en unos 30 mil pesos de la época[13]. El Cine Rodrigo cierra sus puertas definitivamente tras esta tragedia.
Clausura y legado posterior
El incendio de noviembre de 1927 marcó el final abrupto del Cine Rodrigo, poniendo fin a casi dos décadas de actividad cultural continua. La noticia conmocionó a la comunidad: en cuestión de horas desaparecía un lugar entrañable y emblemático de la ciudad[12]. Las crónicas de entonces relatan que el fuego inició alrededor de las 19:30 y fue sofocado recién pasadas las 22:00 horas, dejando el edificio reducido a escombros[14]. Los dueños Sanz y Patuel –quienes para ese entonces operaban el cine y la confitería– fueron detenidos momentáneamente por la policía para prestar declaración, aunque pronto liberados al confirmarse que no hubo responsabilidad directa de su parte[15]. Nunca se determinó con certeza la causa del incendio; la hipótesis más difundida fue la de un accidente por las chispas del proyector o un cortocircuito en la cabina que, alimentado por los films de nitrato, provocó un fuego incontrolable[13]. Algunas versiones hablaron incluso de incendio intencional, pero no hay pruebas concluyentes de ello[16]. Lo cierto es que el desastre supuso la clausura definitiva del Cine Rodrigo –no hubo intento de reconstrucción–, cerrando un capítulo dorado en la historia cultural paranaense.
Pese a su desaparición física, el legado del Cine Rodrigo perduró en la memoria colectiva. Su historia refleja el advenimiento del cine como espectáculo en Paraná y cómo una simple confitería se transformó en un espacio cultural multifacético. El Cine Rodrigo introdujo a generaciones de entrerrianos al séptimo arte, albergó hitos (como proyectar el primer film nacional importante) y fue testigo de innumerables tardes de café, tertulias y matinés familiares. Su importancia quedó inmortalizada en libros y artículos: se le recuerda como la sala pionera y nostálgica de la ciudad, símbolo de una época de modernización y sociabilidad urbana[17]. Tras su destrucción, el edificio fue demolido; en ese solar abrieron luego locales comerciales y, años más tarde, se construyó la sede central del Banco de Entre Ríos, que ocupa hasta hoy esa céntrica esquina[18].
Como epílogo, cabe mencionar que los empresarios Sanz y Patuel, tras perder el Cine Rodrigo, continuaron vinculados al quehacer cinematográfico local. En 1930 se hicieron cargo de la apertura del Cine Urquiza (en el cercano Palacio Bergoglio), llevando allí su experiencia y la tradicional Confitería Polo Norte[19]. De este modo, el espíritu innovador del Cine Rodrigo –combinar cine con café y sociabilidad– tuvo cierta continuidad en la ciudad incluso después de 1927. En resumen, el Cine Rodrigo dejó una huella imborrable: desde su inauguración en los primeros años del siglo XX hasta su trágico cierre, fue mucho más que una sala de cine –fue un centro cultural y social que marcó a Paraná y sus habitantes para las décadas venideras[17].
Fuentes consultadas: Archivos periodísticos locales, Hemeroteca de Entre Ríos, sitio oficial de la Municipalidad de Paraná, y crónicas históricas (Claudio Cañete, Raúl Casalongue, Ofelia Sors, entre otros) que documentan el surgimiento y ocaso del Cine Rodrigo[1][6][20][12]. Todas coinciden en reconocer la trascendencia de este cine en la historia cultural de Paraná, Entre Ríos.
[1] [2] [3] [4] [8] [13] [14] [15] El esplendor del Cine Rodrigo | Edición Impresa | Análisis
[5] [18] El 19 de octubre de 1925… | Edición Impresa | Análisis
[6] Cañete: La pérdida de la arquitectura histórica resulta alarmante
[7] Cine Urquiza: La historia del cine de techo corredizo en el Palacio Bergoglio : Paraná hacia el Mundo
[9] [10] [11] [17] [20] Sucedió un 19 de noviembre en Entre Ríos – El Diario Paraná
[12] [19] Un emblema de otra Paraná, el Palacio Bergoglio – Entre Ríos Ahora
[16] Ocho lugares de Paraná donde antes había cines