Castillo San Carlos: ¿una musa para El Principito?

El Castillo San Carlos es un emblemático edificio situado en Concordia, provincia de Entre Ríos. Se dice que sus rincones inspiraron al gran clásico literario.

La historia narra que, a fines de la década del 20, Antoine de Saint-Exupéry piloteaba un avión de la Compañía General Aeropostal. Para quienes no se acuerdan de él, se trata del autor de El Principito, un libro que sigue marcando generaciones y enseñanzas. Mientras iba rumbo a Paraguay, un desperfecto técnico en el motor lo obligó a aterrizar de emergencia. El lugar donde lo habría hecho fue al norte de la localidad entrerriana, en un descampado cerca del río Uruguay. A pasos de allí, se encontraba el Castillo de San Carlos, una imponente casona de piedra que hoy alberga mitos y leyendas.

Los ruidos provenientes de aquel paraje forzoso atrajeron la atención de Susana y Edda Fuchs. Las niñas, de 12 y 18 años respectivamente, eran hijas de un matrimonio de inmigrantes franceses que residían en la mansión. Sorprendidas por el hecho, las hermanas se acercaron a Saint-Exúpery y lo invitaron a conocer su hogar y a sus padres. Fue así que el novelista se instaló en el Hotel Colón y solía visitar durante meses a la familia. Años posteriores, habría admitido que lo hacía con beneplácito, porque las instalaciones le recreaban imágenes de su infancia en Saint Maurice de Rémens.

Hay quienes sostienen que esta experiencia fue la que inspiró en parte la creación de El Principito. Los fundamentos son que las niñas criaban animales, entre ellos, dos zorros y algunas serpientes, y eran de expresar mucho sus anhelos. De hecho, en el capítulo «Oasis» de su libro Tierra de hombres es posible hallar referencias. “Había aterrizado en un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas. Fue cerca de Concordia, en la Argentina. Sueño. Todo parece tan lejano ¿qué habrá sido de las dos hadas?”, afirmaba el autor en alusión a las hermanas.

Las voces andan diciendo

El Castillo de San Carlos fue construido entre 1886 y 1888. Posee dos plantas, en las que se despliegan 27 habitaciones y pisos de mármol. Su edificación fue demandada por Edouard Demachy, un supuesto conde francés que disfrutó del espacio hasta 1891. Sin embargo, un día decidió alejarse por el río Uruguay en su barco junto a su esposa y nunca más retornó. Dicho alejamiento repentino despertó el misterio y los rumores locales acerca de lo que podría haber sucedido. Inclusive, algunos lugareños aseveran que lo hizo para escapar de su abuelo, quien habría realizado un pacto con el diablo.

Años más tarde, un terrible incendio intencional, saqueos y actos de vandalismo dejaron a la mansión en ruinas. Actualmente, solo es posible visualizar su estructura. Con el correr del tiempo, se convirtió en escenario de rituales de sectas, ofrendas y hasta escondite de personajes que escapaban de la Justicia. Paralelamente, debe convivir con las creencias populares instaladas acerca de la existencia de espíritus, ruidos ensordecedores y sombras que se mueven.

Una nueva etapa

El predio donde se encuentra la casona fue restaurado y puesto en valor en 2014. Se ofrecen recorridos con guías y un museo ubicado en las caballerizas antiguas. Asimismo, el espacio se reconvirtió a Reserva Natural Municipal y también lo hizo el Castillo de San Carlos. En su parque, se levantó una escultura inspirada en El Principito para homenajear a la obra y al huésped ilustre. Así, los visitantes quedan maravillados con el paisaje y se permiten soñar por un rato estar en la imaginación de Saint-Exupéry.

Fuente: Florencia Duré para SerArgentino.com; Pueblos y Leyendas de Entre Ríos.