Calles de la ciudad: Reynaldo Ros
Calle diagonal que comienza en División de los Andes a la altura del Unidad Penal Nro. 1 y termina en Santo Dominguez. Pero quien fue Reynaldo Ros? Aquí su historia.
Reynaldo Ros, seudónimo de Reinaldo Dardo Rosillo, nació en Paraná, Entre Ríos, el 24.08.1907 y falleció en su ciudad natal, el 22.10.1954. También utilizó el seudónimo Aldo de Ros.
Dice Silvia Storani en la Nota Preliminar a la recopilación de su obra “Islas en la lluvia” (1990):
“En la amistad (su principal riqueza) se encontró, entre otros, con Alfredo Martínez Howard, Alfonso Sola González, Juan L. Ortiz, Luis Sadí Grosso, Carlos A. Álvarez, Luis A. Seri, Guillermo Saraví, María Ruth Fischer, Delia Travadello, Ana Freidenberg de Villalba, Carlos Mastronardi, Eduardo Barbagelata, Francisco Martínez Segovia, Elio C. Leyes, Helena Esnaola, Carlos María Onetti (profesor uruguayo residente en Paraná, considerado mentor de la Generación del ’40 local), José Sebastián Tallón, José Pedroni”.
Y fueron estos escritores, aunque podríamos agregar unos más, Aristóbulo Echegaray (1904-1986), Andrés Del Pozo (1905-1962) y Delio Panizza (1893-1965), los que alentaron y acompañaron –insisto como dice Storani- a este “hombre sin esposa, sin hijos, con un rico caudal poético en sus manos”… 1.
En 1949 publica su único libro “La Huerta Azul” (Ed. Nueva Impresora, Paraná, Entre Ríos); sobre el que opina José Sebastián Tallón (1904-1954) en una carta del 21.12.1949:
“Amigo Ros: ‘La Huerta Azul’ es la mejor noticia que pude recibir de Ud., después de tanto tiempo de no saber nada de sus días. He leído con emoción estas bellas páginas suyas. Cuánto ha depurado su prosa, su difícil prosa lírica. Le agradezco de corazón este impar y generoso envío. Débil aún, convaleciente de una temible enfermedad, de la que tal vez sepa Ud. algo por J. L. Ortiz me juego todo entero en el abrazo cordial en que lo estrecho”2.
A propósito, escribió Alfredo Martínez Howard: “José Sebastián Tallón y Reynaldo Ros se comunicaron profundamente en vida. Esas vidas se fueron juntas, de octubre a octubre. Una por el imperativo de morir. Otra por el de querer morir. Poco es lo que se sabe y lo que se recuerda –fuera de su ámbito natal, Entre Ríos- del poeta que ofreció sus iluminaciones no a su infancia, sino a la infancia. Distintos o diferentes a los de José Tallón, las creaciones de los dos se encuentran, se entrelazan y forman, en nuestro idioma, la confluencia lírica más armoniosa y más valiosa que se haya ofrecido a la niñez como ofrenda directa, con designio premeditado”3
En el año 1950 el poeta Juan L. Ortiz (1896-1978) pronuncia la conferencia “Reinaldo Rosillo, Poeta de los niños y del Delta” en la Sociedad Argentina de Escritores de Buenos Aires; texto incorporado en la recopilación “Islas en la Lluvia”, citado.
Sus poemas y prosas, de acuerdo a la recopilación del poeta Luis Sadí Grosso (1921-2008) y la conferencia de Juan L. Ortiz, se publicaron en los siguientes diarios y revistas, entre otros: en el periódico literario “Libre Verbo” de Villa Crespo, en los diarios paranaenses: “El Diario”, “La Lucha”, “El Tiempo” “La Voz de Entre Ríos” y “Unión” y en “La Prensa”, “El Argentino” y “Clarín” de Buenos Aires, “La Capital” de Rosario, “El Litoral” de Santa Fe, “El País” de Córdoba y las Revistas de Paraná “Sauce”, “Comarca”, “Círculo”, “Mástil” “Tellus” y “Orquídea” y las revistas “Fábula” y “Revista de Educación” de La Plata, Buenos Aires.
Fue incluido por el poeta Andrés Del Pozo (1905-1962) en la Antología “Vidriera de la Última Poesía Argentina” (Ed. Fragua, Buenos Aires, 1937); por Delia Travadello en la Antología poética para niños y adolescentes “Júbilo del Canto” (Librería y Editorial Castellvi S.A., Santa Fe, 1954); por Aristóbulo Echegaray (1904-1986) en la Antología “Poesía Argentina para niños” (Instituto Amigos del Libro Argentino, Buenos Aires, 1954)
y por Luis Alberto Ruiz (1923-1987) en la Primera Antología Iconográfica de Poetas Entrerrianos “Entre Ríos Cantada” (Ediciones Antonio Zamora, Buenos Aires, 1955). Allí nos informa que: “Uno de sus últimos y extensos poemas fue seleccionado para una muestra antológica en inglés por Sir Eugen Millington Drake” (p. 130).
Luis Sadí Grosso realiza un extenso comentario de su obra en la Enciclopedia de Entre Ríos, Área Literatura, T. VI, Arozena Editores S.R.L., Paraná Entre Ríos. 1979, pp. 209-223.
En ese ensayo reconoce cuatro grandes temas en su obra: el amor, el Delta, la niñez y la amistad.
De poeta a poeta
Reynaldo Ros como también Olegario Víctor Andrade (1839-1882), Delio Panizza (1893-1965), Guillermo Saraví (1899-1965), Juan L. Ortiz (1896-1978), Carlos Alberto Mastronardi (1901-1976), Gaspar L. Benavento (1902-1963), Alfredo Martínez Howard (1910-1968), Alfonso Sola González (1917-1975), Ana Teresa Fabani (1922-1949) y actualmente Jorge Enrique Martí (1926), son los poetas más festejados en ese de “poeta a poeta”, que como hemos manifestado insistentemente, se ha transformado en una “constante” dentro del hacer poético entrerriano; más allá de lo que expresa Luis Sadi Grosso a Reynaldo Ros:
“De qué pueden servirte las palabras/ que podríamos y querríamos escribir. / De qué vale que todos estos hombres o poetas / que llegaron a amarte / no pudieran quedarse callados, / quizá, precisamente, por tratarse de ti”4.
Antes de proseguir, más allá de ser una constante este tipo de análisis en mi producción, no puedo dejar de citar el trabajo “Tres poemas a la muerte de Reynaldo Ros”5 de Edgardo Lois, quien reitera este tópico y se detiene en “Reynaldo Ros, poeta muerto” de Alfonso Sola González, “Preguntas al poeta, Reynaldo Ros” de Alfredo Martínez Howard y “Junto a la tumba de Reynaldo Ros” de Juan L. Ortiz.
Luis Sadí Grosso (1921-2008), en “Odas Ínfimas” (1955), obra estructurada en seis partes, le dedica bajo el título de “Homenaje a Reynaldo Ros” la quinta, la que conforman los poemas “Hogar ya, de Reynaldo”, “Perennidad de Reynaldo en octubre”, “Para la primavera en que murió Reynaldo” y “Tono de Réquiem”.
Reynaldo Ros en el poema “Soledad del Jardín” hace referencia a ese “rincón florido del hogar” y a través de “soledad” a la ausencia de su madre; a la vez que recuerda “su esmero, en fresias y violetas” y cita la verja, sinónimo de rosal y aroma y “las hojazas de la palma sombreadora”. A su madre le dedica el poema que la convierte en metáfora: “Estrella del Hogar”, a quien también nombra “torre pura de nardos”.
Dice Alfredo Martínez Howard en la prosa que antecede al poema “Preguntas al poeta Reynaldo Ros”:
“Reynaldo Ros dedicó sus nobles inspiraciones a los niños y a su madre. Su único libro publicado, La Huerta Azul, alude incansablemente a ella. Es una elegía por la que vivió y por la que murió” 6
A esos poemas, a ese sentimiento profundo hacia su madre y al jardín, se referirá José Eduardo Seri (1911-1976) en el poema “Reynaldo Ros” de “Perfiles de Ceniza” (Ed. Francisco A. Colombo, Buenos Aires, 1970), donde expresa:
“¡Y aquella casa suya, a la distancia, / semiperdida en un rincón obrero / donde el sol era libre y verdadero / y había entre glicinas, / no sé qué sugestión de cosa pura: / tal vez, su santa madre, / pastora de gallinas, / o acaso, la abuelita que amaba la lectura!”7
Similares imágenes de su hogar como sinónimo de rincón y de flores, junto a la presencia de la madre, nos ofrece Luis Sadí Grosso en “Hogar ya, de Reynaldo”:
“Rincón florido de tu hogar, ahora/ tras la verja y la sombra de la palma / con un doble recuerdo se decora, // pues tú, ya en el lujo de ala, eres respaldo / junto a tu madre entre el frescor en calma; / y Allá y aquí por siempre eres, Reynaldo”.
El jardín de su hogar, la flora entrerriana y específicamente el Delta, hicieron que haya mucho de la primavera, pétalo, color y aroma, en su obra; circunstancia por la que Seri y Grosso expresan: “¡Qué linda sucesión de primaveras!” J.E.S. // “… esta Primavera es su paisaje, / navío azul que tú has nombrado tanto, / contigo a bordo es ya por siempre en viaje” L.S.G.
Jorge Enrique Martí (1926) en su libro “Poetas” (Editorial de la Universidad de Entre Ríos, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 2004), le dedica el poema “Reynaldo Ros”, donde expresa: “No alcancé a darte la mano. / Llegué tarde a tu amistad. / ¡Mira que morirte antes/ y ni siquiera avisar! / Si no pude conocerte / te conozco de verdad / por todo lo que me cuentan / los ríos de la heredad: / el Uruguay de los Pájaros / y el Paraná como el mar” (p. 58)
Por su afición por el río y el Delta y sus envolturas, el poeta Jorge Enrique Martí lo llama: “Jardinero de las aguas” y Alfredo Martínez Howard interrogándolo afirma: “…eras como un ademán de sí, de los perdones/ de las entregas sin cesar…”8
Luis Sadí Grosso, lo ha convertido en “dulce amigo” y lo recuerda: “…trayendo un Delta de labor y canto / en visitas y elogios repartido”9; por eso: “Aquí quedan –pensábamos mirándote- / aquí quedan tus días reflejados / sobre el espejo déltico; / todo el color y el lujo de tu vida/ sobre la fuente quieta de tu nombre”10.
Juan L. Ortiz escribe el poema “Junto a la Tumba de Reynaldo Ros” de “El junco y la corriente” incluido en “El Aura del Sauce” (T. II, Ed. Biblioteca, Rosario Santa Fe, 1972, p. 304), que leyó en el Cementerio, donde también lo hicieron Ponciano Jacinto Zaragoza (1903-1979), Segundo Gianello y Carlos Alberto Álvarez (1917-1986).
Ese poema que es una despedida, también es una suposición: “…acaso su piragua, por qué no? ha de darse en detallar / un Delta sin isla / y que él ha de ir alzando, alzando, con unos álamos sin huso, / al hilado de los serafines…”
Nos queda su obra de la que Martí hace una poética síntesis: “En tus versos se aquerencia/ el paisaje montaraz: / Martín pescador del río / liebre de Pancha Pichay, / duende cabeza de ají, / isleñita de Ñancay, / paisano de boca dulce / de tanto comer aguay, / sombrita que huele el aire / y salta el guazúvirá, / panadero de los cardos / que lleva lejos su pan, / encantadora sirena / que no se deja pescar / y en el claro de la luna / baila su danza fluvial / con el arpa de los sauces / y la flauta del juncal”.