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Recuerdos paranaenses: La Casa del Diablo

Durante muchos años, la ciudad se vio estremecida por la escultura de un Diablo en el jardín de una casa en Avda. Almafuerte casi esquina Las Tunas. Mil historias se crearon alrededor de esa imagen, y esa vivienda, y aquí se reviven partes de los recuerdos que, con el paso del tiempo, se convirtieron en mito.

Imagen solo ilustrativa – No existe foto de la escultura de calle Almafuerte

En la década de 1930 ir hasta el final de la avenida Almafuerte no era tarea tan sencilla. Las calles eran de tierra y también jugaba en contra el desaliento que siembra la distancia entre un lugar y la nada. Porque lo único que existía en la calle que conducía hasta la alejada zona de Corrales eran apenas algunas pocas quintas desperdigadas. Ir hasta el extremo perdido de la futura avenida se complicaba, además, porque en una de esas prolijas fincas habitaba el Diablo. Un diablo con sus atributos más temibles: la risa perversa y una mirada estremecedora que disparaba desde la altura de su pedestal de cemento.

El Diablo era una estatua que permaneció en el jardín de un chalet de avenida Almafuerte 1321 hasta los primeros años de la década del 70. Un diablo que desató la superstición con la que se tejieron decenas de historias.

La versión más difundida es la que afirma que la imagen estuvo allí porque el dueño de casa le había prometido al demonio que si sacaba el premio mayor de la Lotería, le daría su alma y erigiría una imagen para que todos la veneren. La leyenda afirma que el demonio cumplió su parte y que el dueño de la finca no tardó en poner manos a la obra con su ofrenda.

En el año 1965 en la casa del diablo se instaló un restaurante que atrajo a la clientela con la novedad del pollo asado en espadas. El lugar se llamaba El Galeto de Oro y hasta allí iban cientos de personas por semana a cenar, cerca de la mirada inquietante del diablo, que no había abandonado su lugar en décadas.

Rubén Kunzi, dueño del desaparecido comedor desmiente que él sea, como muchos creen, el protagonista de algún pacto diabólico. Y no duda de la categoría de leyenda que tienen las historias que hoy apenas retumban con la intensidad del último eco. El comerciante asegura que cuando abrió El Galeto de Oro la estatua ya existía. «Yo ni pensé en sacarla porque para mí no era más que un fauno. Pero reconozco que para toda la gente era el mismísimo diablo», le dice a este cronista.

Fauno o diablo?

El imaginario popular había depositado en la estatua la figura del demonio y eso alcanza para decir que Paraná es una de las pocas ciudades que tuvo un monumento al Diablo. El Lucifer paranaense era más temible que el Angel Caído que despierta la curiosidad en el Parque del Retiro de Madrid.

La estatua que estremeció con su presencia en calle Almafuerte era blanca, del tamaño de una persona adulta, con cuernos, cola en punta y barba puntiaguda. La figura descansaba sobre su pierna izquierda arrodillada y la otra, más elevada, le servía a la imagen para apoyar el brazo de ese mismo lado. Algunos recuerdan que sobre la mano derecha descansaba el mentón. Otros dicen que sostenía una flauta y por eso afirman que se trató de un fauno, ser de la mitología a los que ni los griegos ni los romanos consideraban maligno.  

El arquitecto Marcelo Olmos, director del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez, de Santa Fe, guarda el recuerdo de haber visto la imagen y no duda en afirmar que se trataba de un fauno. Para el artistaHugo Ugalde, en cambio, era el diablo, y así lo consigna en un trabajo en el que hace un inventario de las imágenes angelicales que existen en Paraná. “Es, en cierta forma el ángel caído, y por eso lo incluí”, explica el autor del relevamiento. “Una vez me quedé mirando abstraído la imagen del diablo y una mujer me dio una cachetada porque dijo que yo le estaba rezando”, cuenta risueño.

Lo cierto es que la escultura del diablo desapareció ya hace años cuando la casa donde estaba fue adquirida por nuevos dueños. Dicen que la escultura fue, simplemente, tirada a la basura, en pedazos, y en su lugar se coloco una fuente de agua bendita.

No existen fotos de la estatua que despertó mil historias y ya no queda ni siquiera la vivienda ni el jardín donde estuvo ubicada, hoy hay un local comercial en el lugar. Quedara en el imaginario popular su imagen y su recuerdo.

Fuente: Relicario, Crónicas urbanas de Parana, de Jorge Riani